Cristina López era totalmente indiferente a los problemas que atañen a la comunidad universitaria, pero un día en una represión que los policías y elementos COBRAS hicieron en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, (UNAH) , tomó conciencia.
Se matriculó en el año 2011, a finales de ese año “lastimosamente no se le permitió a la comunidad estudiantil realizar elecciones, hicieron un plantón frente a la universidad, ese día fui gaseada no por participar en la manifestación sino porque la policía ingresó hasta la Plaza Padre Trino de ahí empezó a lanzar bombas lacrimógenas para todos lados”.
La molestia invadió su existencia echándole la culpa a los estudiantes que provocaban a los policías para que entraran, pero su forma de pensar cambió en el momento que observó caer ahogada por el gas a una mujer embarazada, “me di cuenta que vivimos en un país tan represivo, que en sí a las autoridades no les interesa ni personas de la tercera edad, ni niños, no le importa el estudiante”, expresó la joven.
Para la universitaria en el 2014 se marcó un ciclo de persecuciones y la criminalización de la protesta estudiantil aunque no lo había vivido tan cerca hasta el primer desalojo que experimentó en el 2015, un amigo de la infancia la llamaba en la madrugada y le decía “Cristina en cualquier momento nos van a sacar, estamos rodeados de policías, tememos por nuestras vidas”.
Ya el 2016 otro de sus amigos vivió un desalojo junto a 14 estudiantes más de edad comprendida entre los 18 y 22 años, tenían temor de ser agredidos físicamente, ya que les practicaban tortura psicológica todas las noches.
Para ella lo más fuerte en el tema de la criminalización de la protesta fue el 24 de mayo de 2017, en donde 19 de sus compañeros se mantenían en la toma del edificio conocido como “Alma Mater”, entre los jóvenes estaba su amigo y su novio, Cristina manifestó que “esa es una de las cosas que más la han marcado dentro del movimiento estudiantil”.
Exteriorizó que desde ese episodio siente repudio por las autoridades porque los están criminalizando, además que pueden ser expulsados y condenados a ir a prisión, lo cual “es algo que me atemoriza mucho”.
Lo que más ha disfrutado Cristina es que ha tenido la oportunidad de conocer infinidad de culturas dentro del movimiento, conoció la diversidad de pensamientos, pero también que aprendió que cuando existe un objetivo común de alguna manera se acoplan en la unidad por la lucha y la defensa de sus derechos.
El placer de conocer estudiantes de otros países que piensan en colectividad, que creen en una causa justa y en defender a costa de lo que sea “lo único que nos queda en Centroamérica que es la educación pública”, sostuvo Cristina.
Después de un profundo suspiro pensó en lo que sueña y dijo que “tengo dos sobrinas a las cuales soy muy apegada, sueño verlas disfrutando por lo que yo he luchado que es verlas graduadas, y ver la universidad vestida de pueblo, para el pueblo y por el pueblo”.