Las organizaciones o gremios que por lo general se manifiestan en las calles y denuncian estos penosos desafueros y latrocinios son, desde la década de los años 80s, vigilados por personajes – hombres y mujeres- entrenados y agrupados en lo que en aquella época fue el fatídico y horroroso 3-16, mismo que sigue vivito y coleando y quizá más peligroso y más emponzoñado que ayer. El fatídico escuadrón de la muerte en Honduras, debe, usted amiga y amigo lector buscar sus orígenes en la época romana de El Cesar -CAYO CESAR CALIGULAS- y en la era del tirano Adolfo Hitler, autor de la frase estúpida y fundamentalista de los tiranos “haré lo que tenga que hacer”, misma que Manuel Bonilla (de filas cachurecas), en su período presidencial puso en práctica, en su campaña nacionalista y en sus guerras intestinas hondureñas que tanto daño le han hecho a nuestra patria.
Pero fue en el gobierno de Roberto Suazo Córdoba, siendo su compinche un expresidente cuyo símbolo fue su “Nueva Agenda” y el asesino Gustavo Álvarez Martínez, con la complicidad de personajes de la fachenta talla de Billy Joya Améndola, Alexander Hernández y el general Humberto Regalado, quien conjuntamente con el general Alonso Discua Elvir y otros militares, asesorados por castrenses chilenos e israelitas, más la ayuda académica de la rectoría de la UNAH jefeada por Oswaldo Ramos Soto crearon, primero el grupo de los DIES, en el municipio de Campamento, Olancho. En 1979 y 1980 se conforma el horrendo 3-16.
Este escuadrón de la muerte 3-16 era un brazo del crimen adjunto a la inteligencia militar del ejército nacional, cuya nefasta misión era de dar seguimiento a líderes sindicales, dirigentes estudiantiles, dirigentes campesinos y gremiales lo mismo que a dirigentes populares.- A este escuadrón se debe que más de un centenar de hondureñas y hondureños estén en la memoria del pueblo como compatriotas desaparecidos en la era infernal de la denominada Doctrina de la Seguridad Nacional (DSN).
Es saludable aclarar que, las y los miembros civiles reclutados por esta MAQUINA DE LA MUERTE, eran en su mayoría estudiantes de la Facultad de DERECHA o de DERECHO de la UNAH, con el visto bueno del Rector o Raptor Ramos Soto, hoy diputado en el Congreso Nacional.-Lo mismo que los OREJAS DE AYER EN CONTRA DE LAS ORGANIZACIONES POPULARES Y ESTUDIANTILES, hoy por hoy están, o de ministros o colaboradores cercanos al presidente de la república.
Dicho lo anterior – como una reproducción histórica del terror hondureño – en las movilizaciones de las antorchas no deben sorprender que miembros del escuadrón de la muerte más reforzados en materia de espionaje, se infiltren en sus actos de protesta pacífica. Como tampoco debe sorprendernos que militares y policías, se den el derecho descarado de tomar fotografías para levantar perfiles de líderes populares, estudiantiles y darles seguimiento.
A propósito, es bueno recordar que en la Universidad Nacional, ex Autónoma de Honduras (UNAH), las actuales autoridades y con la complicidad precisamente de elementos con pasado sangrientos de la década de los 80, tengan como misión desde inicios de este año la criminalización de tres líderes estudiantiles, quienes enfrentan un juicio en los Juzgados de Comayagüela. Este señor, quien además declaró en calidad de testigo (vaya palabra que toma este pírrico sistema de justicia) levanta perfiles y puede identificar a los dirigentes estudiantiles.
Así pues, enterados de por qué y para qué son y quienes son lo que infiltran, no se deben sorprender que el criminal 3-16 esté vivito y con más odio y deseoso de sangre. Solo que en este tiempo se equivocó de generaciones. Estas y estos jóvenes y así como los dirigentes populares y estudiantiles ya los señalan y los denuncian; los identifican como lo que son, anarquistas desesperados por la única y poderosa razón que, desde el gobernante hasta el más desdibujado sicario, ya sienten pasos de animal grande.