Una de esas valientes mujeres se llama Ana Mirian Romero, del departamento de La Paz, miembra del Movimiento Indígena Lenca de La Paz Honduras, (MILPAH). No solo se ha tenido que enfrentar a la precariedad de su existencia, a la represión de los cuerpos de seguridad del Estado que envía la diputada vicepresidenta del Congreso Nacional, Gladys Aurora López,  sino que por la gracia divina tuvo que atravesar el valle de la muerte en donde era atormentada, por espíritus enviados por los enemigos que destruyen su medio ambiente.

Romero fue elegida para ser galardonada con el premio que otorga cada año la organización “Front Line Defenders” a defensores y defensoras  de los derechos humanos cuyas vidas corren peligro.

El Premio se entrega anualmente a una persona que a través de su trabajo no violento por la defensa de los derechos humanos y corriendo enormes riesgos personales, contribuye de manera excepcional a la protección y promoción de los derechos de su comunidad.

Según la lenca toda su familia se ha declarado como defensora de la madre tierra, emprendiendo una férrea defensa del Rio Chinacla “que nos quiere quitar el gobierno, queremos que nos dejen libres lo que tenemos”, exigió.

Debido a la difícil vida que le tocó, la mujer de veintinueve años, pero que en las líneas de expresión de su rostro aparenta más edad, cargando a su bebé narró que es madre soltera de cinco hijos y que le toca criar sola a sus pequeños, porque su compañero de hogar “anda huyendo por el monte para que no lo maten”. Se remontó al año 2009 que fue el inicio de su lucha y es en el tiempo del golpe de Estado que reciben graves atentados contra sus vidas.

Todo cambió en el momento que decidieron pelear por sus tierras y por seguir conservando la vena de sus comunidades que es el rio, dijo que “para uno de madre se le hace difícil porque a los hijos hasta los tiene que dejar solos en el momento de someterse a una lucha, mi vida la he ofrendado”.

Describió que regresó de la muerte para continuar defendiendo el legado que le quiere dejar a sus hijos. El primer momento amargo que pasó Romero fue una campaña de desprestigio en donde “me acusaron que tenía otro hombre y no fue para desorganizar mi hogar sino para botar mi imagen de luchadora”, aseguró la defensora.

Cosmovisión

En un fragmento escrito por la escritora Rebeca Becerra,  hace una remembranza que todas las culturas tienen dentro de su cosmovisión una mirada particular sobre la muerte. Las culturas del área mesoamericana (Olmecas, Toltecas, Mayas, Zapotecas, Aztecas, Lencas, Maya-Chortí), ,entre otras, compartían una visón con características muy similares.

La muerte y la vida, las cuales no podían existir la una sin la otra, pero además esta visión era dialéctica porque llevaba implícito la transformación o el cambio.

Y que la concepción de la muerte era vista como algo cotidiano, algo que formaba partes de sus vidas diarias, que estaba presente en su escritura, su arte, sus ritos, sus tradiciones y literatura oral, y era algo a lo que no se debía de temer pues solamente significaba una transformación que era bien recibida. La idea que las personas buenas se van para el cielo y las malas para el infierno no era concebida en estas sociedades hasta durante y después de la conquista española.

Sin embargo, para la defensora al tener contacto con la madre tierra y su parte espiritual, en sus ritos pueden acceder a la sabiduría de las y los ancestros, que son espíritus guiadores; pero que algunas personas que también son indígenas y se ponen al servicio de las transnacionales “llaman a espíritus negativos para usarlos en contra de las luchadoras como yo que defendemos sus recursos naturales”.

En su opinión el proyecto hidroeléctrico denominado “Gladys Aurora II” , administrado por Arnold,  Castro esposo de la actual diputada y vice presidenta del Congreso Nacional, además de ser presidenta del Partido Nacional, es la que le quiere quitar el Rio Chinacla, pero “de donde viene, del presidente, porque si el tuviera una conciencia diferente cambiarían las cosas para nosotros los indígenas, él lo que quiere es vernos destruidos”, argumentó.

Fuerzas oscuras

Otro de los ataques que ha recibido la defensora es que “en las comunidades se está practicando una enfermedad satánica, no entiendo cómo la practican.

 Agregó que en un tiempo ella y su esposo fueron víctimas de las fuerzas oscuras de la maldad de “la dama de azul”, pasaron un periodos de tres meses en donde perdieron la conciencia, de pronto su cuerpo y mente se deterioraron hasta llegar a un estado como describe la biblia en el caso del rey Nabucodonosor, estuvieron en una fase de “zombismo”.

No tenían conciencia de nada, de manera que no conocían ni a sus propios hijos, se tomaron de la mano y se perdieron, les informaron sus familiares,pero su hermano los anduvo buscando hasta encontrarlos en una comunidad lejana, los llevó a curarlos y poco a poco se han recuperado.

La interpretación de la indígena es que esto le está pasando a mucha gente de las comunidades y que los menos afortunados mueren sin ninguna explicación.

Aseguró que quizás están utilizando “espíritus malos, no le puedo dar ni una idea porque solo el malo sabe cómo lo hace, en las comunidades mucha gente se está muriendo de eso”.

Se está implantando un gran temor a lo sobrenatural que sobrepasa a la comprensión humana.

Romero manifestó que “no hemos hecho nada porque le tememos”, entre las manifestaciones que se observa en la gente que padece de esa condición es que no se arreglan, su mirada es perdida, no reconocen a los demás, se decae, tienen decepción, tristeza, dejan de comer, se abandonan, no arregla su casa, solo “quiere irse a morir a alguna parte como animal”.

Adjudicó la recuperación de ella y su cónyuge que antes que les pasara la “enfermedad, nos agarramos de Dios y que mi hermano tomó la biblia”, en algunos instantes sus hijos reflejan el trauma que les causó la condición en que vieron a sus padres.

Destrucción de familia

La desintegración familiar que vivió la lenca es complicada, por la criminalización que emprendieron en contra de ellos, tres parientes están encarcelados y tres permanecen huyendo.

Rosalío Vásquez, esposo de ella, Rigoberto Vásquez y Alejandro Vásquez, a ellos no les queda más que esconderse para no estar presos.

Por otro lado, Armando Vásquez, José Reyes Vásquez y José Santos Ortega, quienes permanecen tras las rejas.

Ana pasa sus días tratando de sacar adelante a sus hijos sola, sufriendo discriminación y exclusión por ser indígena, defensora y mujer.