El celular suena a cada momento, en algunas ocasiones le han llamado de un número de una defensora de derechos humanos que la acompaña desde el 2014 y ahora a su regreso del exilio. Gritos, murmullos, y ya la amenaza directa que recibió este lunes 22 de agosto “sabemos que estás al otro lado, pero quien se va, no regresa sin pagar cuentas….”, eso es solo parte de la zozobra a que ha estado sometida en a su llegada.

Dayanara Castillo pertenece al Movimiento Amplio Universitario, MAU, que desde el año 2010 viene exigiendo democracia en la UNAH. Eso le ha costado persecución a algunos de sus integrantes, entre otros Sergio Ulloa, Armando Velásquez y Cesario Padilla. Estos tres últimos tienen dos procesos judiciales por ejercer su derecho a la libertad de expresión a través de la protesta social.

Aunque las cosas van de mal en peor, ella sueña con volver a la UNAH, donde tiene inexplicablemente bloqueada su cuenta de estudiante desde el 03 de septiembre de 2015.

“Uno que es consciente como joven se siento muerto cuando no está en la lucha estudiantil, eso se  vuelve parte de nuestras vidas, es tan importante que cuando una está lejos, el aliento no existe”, dijo Dayanara cuando pasosdeanimalgrande.com le entrevistó hace unas horas.

A Castillo el Ministerio Público, a petición de las autoridades universitarias le abrieron un requerimiento fiscal y un juzgado ilegalmente le emitió una orden de captura por según éstas participar de las protestas estudiantiles de junio de este año, aunque ella hacía casi un año se desarraigó de su patria.

Fue una decisión de vida o muerte, “irme de mi patria no fue nada fácil, pero o me iba o me moría, o lo que es peor mataban a mi familia”, dijo mientras recuerda que el  04 de agosto de 2015 fue secuestrada por policías, llevada a una posta policial, torturada en el trayecto  por miembros de la  policía preventiva y hombres de civil.

Botas policiales le dejaron una lesión en su columna y un esguince en uno de sus tobillos. Eso solo fue el preámbulo de las torturas que le esperaban en la posta policial de Las Brisas, ubicada en Comayaguela.  Allí le quemaron con un encendedor, le dieron con un tolete en la planta de su pies y le ofrecieron desaparecerla, su agilidad para llamar a un amigo le salvó la vida, de lo contrario como en la década de los 80 estaría como desaparecida.

La captura se produjo a unas cuadras de su casa. Los agentes le registraron su mochila donde llevaba unos libros entre ellos el del Che Guevara, eso encendió la cólera de los policías, “ajá resentida social, ya sabes lo que le pasa a los ñángaras?”, le dijeron mientras le pasaban una navaja por su cuello.

Ella está viva de milagro, pero el regresar a su país a enfrentar un ilegal proceso judicial la trajo con la convicción de enfrentar la injusticia con la verdad,  y su compromiso con la lucha estudiantil no se arranca de raíz pues su conciencia tiene una gran siembra.