Es un aciago martes éste. La fecha será recordada como la del ahogamiento, ante la impasible mirada de periodistas colegiados, lectores asiduos, intelectuales que se beneficiaron de sus páginas para provecho oportunista hacia la figuración; deudores y el propio Estado, de un medio de comunicación valiente que siempre quiso ser independiente. El expediente fue la opresión y asfixia económica que para TIEMPO vino de todos lados, con la impudicia de un especial asesinato.
“Las circunstancias que obligan esta suspensión son de la mayor gravedad en lo que importa a la libertad de expresión, al desarrollo de la comunicación social y a la democracia en nuestro país, al grado de constituir un caso atípico en el mundo occidental”, dice su mensaje final; y en éste simple párrafo se concentra el estilo de redacción que distinguió a este Medio de otros con verbo complaciente. TIEMPO también será recordado por no haber cedido diariamente su dignidad, lo que constituyó un estilo de opinión e información sostenido por casi cincuenta años…
“Es un estrangulamiento de carácter histórico, de repercusión mundial, y que ocurre a un medio de comunicación social que, desde su primer día, ha luchado por el desarrollo democrático real, en la defensa de los derechos humanos, por el progreso económico y social equitativo e igualitario, y, denodadamente, contra las dictaduras, el militarismo, la corrupción y la impunidad”, termina; para describir en síntesis una labor que nunca se desvió en la búsqueda del honor a la verdad…
En lo que a nosotros respecta, admiradores de siempre de este diario, queda la impresión, en tinta indeleble, de vergüenza, indefensión y temor; especialmente porque es imposible decir, por la personalidad colectiva que por hoy sustenta nuestro país:“Todos somos TIEMPO”.
Tegucigalpa, 27 de octubre de 2015.
Día del crimen.