Según un informe denominado “Limpieza Social”, publicado el 19 de abril pasado, por el “Centro de Memoria Histórica”, es un fenómeno que está invisibilizado y del que no se habla, no existen estadísticas, el Estado no toma esas referencias al momento de definir políticas públicas para enfrentarlo y atender el problema, y entonces, en medio de esa invisibilidad, las operaciones de limpieza actúan en una total impunidad”.
Es decir que mientras los panfletos y amenazas inundan las calles de los barrios y el terror, el miedo, los asesinatos y la impunidad parecen extenderse en las ciudades, el Estado se mantiene en completo silencio, sin reconocer el delito, sino que de una u otra forma pareciera aprobarlo. Y, como es de suponerse, ante este panorama desolador, los familiares de las personas asesinadas temen denunciar.
Es por ello que tanto en el informe antes señalado, Carlos Mario Perea, autor del mismo, insiste en que esta práctica es una violencia mal nombrada. No se le puede seguir llamando “limpieza social” porque decirle así es consentir su existencia, según él es preciso llamarla de una forma que especifique su verdadera naturaleza, o sea, hay que nombrarla como “exterminio social”.
Sin embargo este término no existe en el Código Penal y hasta el momento ninguna persona ha sido condenada por el caso de “limpieza social”. Por eso se llama la atención sobre la necesidad de que el Estado rompa el silencio y elabore una política pública que se enfoque en enfrentar este fenómeno.
Observatorio Casa Alianza
Casa Alianza Honduras ha desarrollado un Observatorio de los Derechos de los niños, niñas y jóvenes en Honduras, el cual realiza una labor permanente de monitoreo, incidencia en políticas públicas y elaboración de propuestas para mejorar las condiciones de respeto a los derechos humanos de la población infanto-juvenil en el país.
Este observatorio funciona desde 1998 y elaboran un informe mensual para dar a conocer las violaciones a los derechos humanos de las niñas, niños y jóvenes (NNJ) en Honduras; basándose en el monitoreo de medios de comunicación escritos.
En sus últimas estadísticas registran que desde que iniciaron su labor, hay más de 11 mil 314menores de 21 años que han sido víctimas de muertes violentas en el país debido a las características que presentan estos asesinatos se ha llegado a la conclusión de ser “ejecuciones arbitrarias”, reveló el técnico Gerardo Rivera, quien es parte del observatorio.
De estas cifras, más del 95 por ciento los perpetradores del crimen son desconocidos, por ende se deduce que la gran mayoría de los asesinatos se encuentran en total impunidad.
Las denominadas “Ejecuciones extrajudiciales” atienden a un patrón en donde las y los NNJ aparecen boca abajo con los pies atados, con signos de tortura, muertes con saña, con la cabeza cubierta o envuelta en una bolsa o desmembrados dentro de sacos, esas prácticas se le pueden atribuir a los “escuadrones de la muerte que históricamente han operado en el territorio nacional”.
Rivera indicó que la violencia al momento del asesinato es generalizada, tanto para niñas como para niños, ya que el objetivo es que antes de provocar la muerte, la persona sea sometida a algún tipo de tortura, lo que se pretende es que sufra antes de morir.
En los barrios y colonias se ven varias personas bajándose de vehículos con indumentaria que les permite operar, como armas de grueso calibre, chalecos antibalas, portan otros tipos de armamentos y logísticas que les facilita la actividad a realizar.
¿Limpieza de pandillas?
La “ex pandillera” se puede confundir con cualquier jovencita de un barrio o con una universitaria, no tiene tatuajes, su apariencia es normal, lo único que la distingue es su semblante serio que de vez en cuando deja asomar una mueca de sonrisa y sus ojos con poco brillo de vida.
Estuvo ocho años dentro de la “Mara 18”, en donde tuvo que hacer de todo para ganarse el respeto de lo que llaman “la familia”.
Le llamaremos Nancy, ella pidió el anonimato para hablar por temor a represalias.Tiene hijos , se graduó de de secundaria y está en la UNAH.
Narró que una de esas tantas noches iba cansada para su casa, cuando de repente se le aparecieron tres hombres grandes y fuertes. Su mirada se perdió por un rato mientras recordó que dos de ellos la tomaron de los brazos, le dieron un botellazo en la cabeza, forcejeó un poco con ellos, en tanto, el tercero le arrancó la ropa y la violó, los otros se turnaron para hacer lo mismo.
Su vida cambió para siempre, hoy cuenta la historia porque unas personas la encontraron inconsciente y la llevaron al hospital.
“Quedé con un temor hacia los hombres, por ser mis hijos varones les perdí bastante amor, me encerré en un mundo bien raro, ya no sentía, me daba vergüenza, empecé a salir y así fui conociendo personas” manifestó Nancy.
Relató que por la decepción y depresión que sentía comenzó a beber, a fumar marihuana y se relacionó con la gente que le vendía; hasta que se involucró en la venta de “carrucos”.
Sus inicios dentro de la nueva organización fue la transportación de la “mota”, poco a poco vio la manera de sacar la ira y frustración que le dejó aquel evento y se adentró en la “familia de la 18”.
“Yo quería agarrar el poder para que nadie me fuera a hacer daño, que no me golpearan ni me volvieran a hacer lo que me hicieron . Mis hijos fueron internados por orden mía, porque ellos ya querían ser como mamá, ellos no sabían a qué me dedicaba, pero los rumores siempre llegan”, expresó.
Escuadrones
Nancy tuvo una experiencia en la que casi pierde la vida, cierta noche, caminaba por las calles del barrio bajo su dominio, por la otra acera iba un joven con una biblia bajo el brazo.
Había escuchado hablar de los que “limpiaban”, pero no había tenido la oportunidad de verlos hasta esa noche. Unos hombres en un carro viejo, vestidos de forma normal, armados hasta los dientes la metieron a ella y al joven al automóvil, les empezaron a gritar y a golpear, preguntándoles que dónde estaban los de la mara.
¡Dios mandó un ángel!, exclamó . El muchacho les informó que venían de la iglesia y al verles la biblia los sacaron del vehículo, unos pasos después los volvieron a ingresar, le golpearon la cabeza al muchacho y siguieron interrogándolos. En ese instante el cristiano les gritó, “no me acuerdo bien, pero algo así como la sangre de Cristo”, uno de ellos le tocó el hombro al conductor, salieron del carro y le comentó “estos son cristianos, nosotros buscamos a esos perros mareros”, seguidamente los dejaron ir.
Nancy mencionó que el muchacho la tomó de la mano y se la llevó del lugar. Más adelante, le hizo saber que “yo sé quién es, pero quiero decirle que Dios la ama”, se alejó de ella y se perdió en la noche.
“Me habían dicho que hay escuadrones de la muerte que nos mataban, pero hasta ese momento, nunca los había visto”, indicó la joven.
El día que la detuvieron fue por un operativo en el barrio, tenía una orden de captura y fue reconocida por medio de una fotografía que portaban los agentes.
“Me decían que me iban a pasar a los escuadrones de la muerte, fue la policía, en el retén que me agarraron fueron los de FUSINA, andaban de uniforme café, el que me agarró me dijo, mira estás detenida por una orden de captura por asesinato,” informó Nancy.
Al ingresarla a la posta la llevaron a un cuarto aparte, “llegó uno, me agarró del cuello, me levantó y dice, sos la famosa verdad?, me soltó, me volvió a agarrar del cuello, ahorita te entrego con el escuadrón de la muerte, porque vos tenés la foto en todos lados, si vieras como sos de cotizada para morir, perra. Después llegaron otros tres y solo me pegaron en el estómago, espalda y piernas, marcas nunca me dejaron”, relató.
Los agentes le pedían información de los cabecillas, pero siempre guardó silencio, La captura fue por un promedio de dos o tres horas, luego la agarraron del pelo, la subieron a la patrulla y la llevaron a “sectores contrarios”, territorio de otras pandillas ajenas a la que pertenecía Nancy; la dejaban sola por un espacio de diez minutos y la volvían a capturar.
¿Solo la 18?
Nancy mencionó que los escuadrones de la muerte solo buscan a los de la 18, “porque nosotros no nos vendemos, ni tenemos nexos con las autoridades, ni les hacemos los mandados, ni nos juntamos con la chusma, pero las otras maras sí, por eso creo que los protegen y cuando hay que matar a alguno es de los de nosotros”.
También se refirió a que no todas las y los jóvenes que aparecen asesinados son de la “familia”, porque “están matando a muchos inocentes, que no tienen nada que ver con nosotros”.
Sin voluntad política
Guadalupe Ruelas, Director de Casa Alianza-Honduras |
Para Guadalupe Ruelas, Director de “Casa Alianza”, el número de ejecuciones se está incrementando. En lo que va del 2016 y de acuerdo a lo que reportan los medios, más de 500 niños, niñas y jóvenes fueron asesinados.
En El Salvador en el 2015 tuvo una cifra de casi 600 muertes, mientras que en Honduras a pesar de tener una población menor, en los primeros meses de este año, superó esas estadísticas.
Ruelas aseguró que no se ve la voluntad política de replantear estrategias de seguridad, tampoco un cambio en el patrón de los asesinatos, cosa que se esperaba por la depuración policial, el nivel de represión hacia los jóvenes se mantiene intocable.
La Organización Mundial de la Salud para catalogar a un país con un fenómeno epidémico de violencia y la factibilidad de que sea manejable, debe estar en un rango de ocho muertes violentas por cada 100 mil habitantes. Algunas estadísticas muestran que el país tiene un rango de 56 muertes por cada 100 mil habitantes, de acuerdo con el Observatorio de la Violencia de la UNAH, en contraste con la cifra oficial de 60 muertes por cada 100 mil “la realidad no ha sido tocada”, sostuvo Ruela.
El defensor enseñó que la policía en su página de Sistema Estadístico Policial en Línea, SEPOL, no dividió las cifras de asesinatos entre la población real, sino con el censo del 2001 que es relativamente mayor a la que hay, pero la percepción de violencia en las calles aumentó. Las masacres, quemas de buses, publicidad de violencia, es contraria a los datos oficiales.
En tanto, el Observatorio de Derechos de Niños, Niñas y Jóvenes, de Casa Alianza, trabaja con los datos que les envía de manera consolidada la Secretaría de Seguridad, donde figura que 160 personas han muerto en masacres en el 2016.
Ejecuciones extrajudiciales
Casa Alianza desde hace unos años viene denunciando un patrón de “Ejecuciones Arbitrarias” en el país, “si uno lo piensa bien, al cometer un asesinato lo que se quiere es que no se sepa, en cambio el patrón en el asesinato de NNJ el tema de publicidad es evidente, quieren que la gente se dé cuenta, los cadáveres son tirados a las calles y puestos en lugares donde puedan ser encontrados”, denunció Ruelas.
“En Honduras el tema debería ser quien lo mató, pero eso nunca se ve, aquí hay un tema de poder, porque las personas que asesinan a los niños tienen armas, vehículos, logística y los medios de comunicación, mientras que las víctimas no tienen armas, ni teléfonos; existe una disparidad de poder”, agregó el entrevistado.
Por otro lado, una intencionalidad evidente es que los grupos salen a la calle específicamente a ejecutar esas actividades, “salen con la idea de ir a perpetrar un hecho”, destacó el Director de Casa Alianza.
Otro factor es que los crímenes “son hechos a sangre fría, no media un conflicto, las evidencias han demostrado que grupos organizados salen a matar niños a los que les llaman “grupos de exterminio”.
Sectores específicos
Un tema importante es la mutación de los patrones de extinción de algunos sectores, por ejemplo, hoy en día cuando detienen a alguna persona le ponen un “alias”, lo que provoca percepción en la gente que si alguien tiene un apodo obligatoriamente pertenece a algún grupo criminal.
El crimen organizado ha logrado establecer relaciones simbióticas entre distintos grupos criminales y grupos de poder, muchas veces los jóvenes que mueren son estudiantes, eran indigentes o tenían algún problema social, no necesariamente eran miembros de grupos criminales.
El extermino a este sector específico puede obedecer a una intención de sembrar el terror en los barrios y colonias porque una vez que sufren ese tipo de violencia se llaman al silencio ante las pandillas y los grupos de poder.
Violencia y derechos humanos
La violencia que ejercen los cuerpos represores del Estado y la evidente violación a los derechos humanos hacia las y los jóvenes que participan activamente en manifestaciones, está ligada a la sumisión de la juventud ante las estructuras de poder.
Ruelas trajo a colación el caso de la joven Soad Nicole Ham Bustillo (13), estudiante del Instituto Central Vicente Cáceres, quien apareció asesinada en la calle que conduce a la terminal de buses de Tiloarque, a inmediaciones de dicho centro educativo.
Su cadáver estaba metido en un saco de nailon blanco, con signos de estrangulamiento, según informaron las autoridades. El hecho ocurrió el día siguiente en que la centralista brindó declaraciones a los medios de comunicación; manifestando su inconformidad por la condición en que se encontraban las instalaciones de su centro educativo.
A través de los años se pueden observar muchos casos de estudiantes asesinados en diferentes condiciones ya que el liquidar a una persona que participa en una manifestación tiene “la intencionalidad de disuadir”, de acuerdo al análisis de Ruelas.
Recordó a la joven Flor Raquel Euceda, detenida por una patrulla en el desalojo realizado por los cuerpos de seguridad, el viernes 01 de julio, en los predios de la UNAH y que por la acción rápida de organizaciones de derechos humanos que informaron saber el número de patrulla que se la había llevado, la dejaron en libertad, “esa acción indica que fue retenida con otras intenciones”.
“El exterminio de la juventud hondureña es el resultado de una política del gobierno que equivocadamente ha diseñado un plan militarista de la sociedad, llenar de tecnología y hacer propaganda, con el fin de fortalecer un negocio lucrativo, lo que indica que la clase política no quiere cambiar estas políticas, porque no les interesa hacer cambios”, agregó el defensor de derechos humanos.
Horas desaparecidas
La joven Flor Raquel Euceda, detenida por agentes de policía a bordo de una patrulla y dada por desaparecida por unas horas, durante el desalojo que violentó de la UNAH, después que se corrió la voz que las organizaciones de derechos humanos tenían conocimiento del número de vehículo al que fue subida, quedó en libertad.
En su testimonio describió que "Iba llegando a la UNAH a eso de las 8:00am el taxista me dijo que me dejaría en el punto de abajo porque arriba había "pijeo". Cuando me bajé del taxi todo estaba llenó de patrullas, parecía que iban tras grandes delincuentes”.
Ella caminó hacia arriba, “no me crucé el puente ya que habían muchos policías al otro lado; cuando iba por Bigos a cruzarme la calle una patrulla se estacionó a la par mía y policías me dijeron que había una orden de captura en mi contra y ni siquiera preguntaron mi nombre, cuando menos acordé estaba dentro de la patrulla, no pude reaccionar a tiempo y cuándo estaba adentró comencé a gritar y allí ellos comenzaron a golpearme me dieron dos puñetazos uno en el ojo y el otro en el estómago”.
Prosiguió diciendo que “luego de eso me arrincone en una esquina del asiento de atrás, en mi morral lo que llevaba era una capucha, comida, el cel y dinero, al bajo bajo saqué mi cel y lo escondí en mi parte íntima para que no me lo quitaran, luego de esto me quitaron el morral, yo no andaba papeles, entonces ellos me dijeron que les diera todos mis datos, yo me negué y ante mi negativa uno de ellos me dio una cachetada. Sólo el que conducía la patrulla portaba uniforme policial el otro vestía de civil”.
La patrulla en la que iba dio vueltas y vueltas, en ningún momento se estacionó. En un momento lo agentes de policía se estacionaron y salieron de la patrulla dejándola sola, “en ese momento saqué mi celular y avisé a quien pude de lo que me estaba ocurriendo, cuando me tomé la foto del golpe en mi ojo ellos volvieron y me quitaron el cel pero no lo revisaron y ambos se subieron en la parte delantera, dejándome sola en el asiento de atrás”.
Exteriorizo que “me estaba desesperando y empecé a golpear las ventanas de la patrulla con la esperanza de que alguien escuchará en ése momento comenzaron a gritarme con insultos”.
Euceda denuncio que “amenazaron con agredir a mi familia y me dijeron por revoltosa, es qué las encuentran, encostaladas”; se estacionaron y volvieron a salir “dejaron un celular de los baratos juntó al radio policial, no lo pensé dos veces y llamé a mi familia les di más o menos la dirección de dónde nos encontrábamos y con muchos nervios puse el cel dónde estaba”.
Los policías volvieron a subir pero no arrancaron, sólo se pusieron a hablar. Desesperada Flor les preguntó ¿Qué harán conmigo? “sólo voltearon a verme y de nuevo les grité la misma pregunta, en eso volvieron a bofetearme y mandaron a callarme”.
La joven universitaria comunicó que “si no es por la denuncia en los medios de comunicación, no sé qué hubiese sido de mi vida”.